Es un hecho en Colombia, a partir del día 15 del mes de julio inicia el tránsito de la reducción de la jornada laboral establecida por la Ley 2101 de 2021.
La reducción de la jornada laboral tiene muchos efectos, pero su beneficio para el trabajador y para la empresa inicia para ambos con sus individuales responsabilidades: para el trabajador, empleando esa liberación horaria para su bienestar en cuerpo, espíritu, entorno familiar. Para la empresa, redefiniendo las necesidades horarias de atención de su operación y procesos, regresando a la verificación e incluso reformulación o creación de nuevo marco de jornadas y horarios para el cumplimiento de su misión y propósito.
Sería pertinente analizar el mito de a mayor intensidad horaria de trabajo mayor productividad. Hoy, hay estudios que indican que la productividad, el compromiso y la fidelidad de un trabajador no están necesariamente ligadas a la intensidad horaria de su trabajo e incluso es considerado contraproducente para la obtención de dichos fines. ¿Puede un trabajador agotado y quemado por su jornada y presión laboral, además de sus responsabilidades personales, seguir decidiendo, relacionándose y creando productivamente? Nada más de escribirlo sé que no. A eso debemos sumarle la comprensión y adaptación que deben llevar a cabo las empresas para entender la perspectiva laboral de las nuevas generaciones que ingresan al mercado.
Entonces, parece propicio del momento, para que las empresas colombianas, analicemos al interior de las compañías un esquema diverso de horarios que apunte a la productividad desde el propósito y misión no tan arraigado a las horas de la jornada de trabajo semanal o diario, sino en cómo hacer que esa jornada sea productiva al máximo desde el confort que maximice las capacidades del trabajador.
Harvard Bussines Review en el artículo denominado How to Take Better Breaks at Work escrito por Zhanna Lyubykh Duygu, apunta a las pausas de desconexión de al menos 5 minutos en un ambiente de descompresión como activadores de la productividad bajo tres estrategias: 1. Interrupción de la jornada (pausas), cambio de actividad (ambiente de descompresión), tiempo en entornos tecnológicos(cuartos tecnológicos, lo menos recomendado por Harvard) y algo complejo, pero efectivo contacto con mascotas. ¿Imagine en su empresa un lugar de descompresión lúdico, música apacible? ¿Aromas tranquilizantes, Conversaciones livianas? ¿Lectura regeneradora? ¿Ejercicios de respiración? ¿Juegos de atención? ¿Instrumentos musicales? (no tecnología en lo posible) siestas productivas, ejercicios de estiramiento? En el abanico hay mil posibilidades. Lo único cierto es que, cómo en muchas cosas, más horas de trabajo no necesariamente es mejor desempeño y productividad.
Dicho lo anterior, concluyo que la disminución horaria no implica aumentar turnos o la nómina de empleados per se. Debemos analizar cómo esa reducción tiene consecuencias sobre nuestro esquema y dar cabida incluso a replantear el esquema mismo, pues nos podemos llevar la sorpresa de encontrar que puede no tener impacto la reducción horaria o que un esquema de pausas puede repotenciar la productividad más que las horas en tránsito de reducción de la jornada.
Para los trabajadores surge la responsabilidad con ellos mismos, su salud y su entorno, encontrarle un uso de bienestar a la reducción de jornada que le permita a su vez aumentar su productividad no solo laboral, sino familiar y personal.
Igualmente, si la empresa lidera procesos de maximización de productividad a través de pausas de descompresión, asumirlas con mente abierta, con consciencia del beneficio laboral y personal que desconectarse nos regala.










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