El día de hoy amanecí pensado … en qué pasa en la mente de los humanos que nos sentimos amenazados, atemorizados ante el éxito ajeno.
Ese temor, que no es otra cosa que sentirse impotente frente al logro del éxito propio, nos hace no ver el proceso, ni el esfuerzo ajeno. Nos hace irrespetarlos y agredirlos con violencia a esa persona, a su creación y a su familia.
Lo acontecido con el padre de Luis Díaz, tiene en el exterior causas políticas, ideológicas que le sirven de excusas. Los que hablan de más y piensan poco… dicen ¿Por qué no saco a sus papás de allí? Pregunto, ¿por qué tendría que hacerlo, porque los demás no son capaces de convivir con el éxito ajeno?
En el fondo, lo que yo veo es una profunda incomodidad, temor, frustración e impotencia que produce el éxito ajeno. Con los empresarios ocurre, entonces la bandera de la justificación es que se enriquecen a costa de los débiles, del mercado que deprimen, etc. y sí… Algunas veces es cierto. Pero la realidad, es que la molestia es que cuando el humano que se siente consciente o inconscientemente impotente de lograr su propósito o de tenerlo, no ve en el otro que si logro su propósito o asciende en su logro, el proceso de esfuerzo, resiliencia y paciencia que le ha llevado a lograrlo.

¿Los medios de comunicación, igualmente, destacan el logro, el éxito, la llegada a la meta, pero y el proceso? ¿Ese camino lleno de subidas y bajadas, pérdidas , ganancias, experiencias y aprendizajes? Ese es oculto al foco de la admiración, de la valoración y la realidad, es que ese proceso, ese camino transitado, es lo que se debe aplaudir. Ese es el camino admirable.
La falta de amor propio, la falta de poder personal individual nos hace ver en el otro una amenaza, nos hace despreciar sus esfuerzos, crea antagonismos y por último, violencia con cualquier excusa. Esa es la causa de que Luis Díaz no esté con su padre hoy. No. La causa no es su dinero, ni su filiación política, ni que no se hubiera mudado de la tierra que le vio nacer. La causa es la falta de amor propio de los captores y de los que juzgan a favor de estos.
Luis Díaz es un Colombiano, que con esfuerzo, disciplina y seguramente sacrificios familiares, tuvo el poder personal suficiente de aprovechar las estrellas con las que nació. No, su estrella no fue la educación formal, no fue nacer en la riqueza, fue su habilidad para jugar al fútbol, competir y triunfar en ello, seguramente confrontando miedos, estando en escenarios retadores.
Ese esfuerzo, ese proceder humilde, no fue suficiente para que fuera valorado, su proceso no fue tenido en cuenta, por el corazón enfermo de los captores y los que juzgan. No fue suficiente para admirarlo, reconocerlo y protegerlo. Ni en actos ni en palabras.
Observo, que esto no lo va a resolver un gobierno, una entidad internacional, esto solo lo pueden resolver las almas dispuestas a sanar. Evidentemente, la educación formal ayuda, pero la educación emocional y la espiritual son las determinantes. Volver a ver al otro con admiración y volver a amarnos a nosotros mismos como capaces, creer que lo somos y crear por ello.
El amor que no se siente por nosotros mismos no se puede dar. ¿De qué manera podemos sembrar amor en nosotros y para nosotros mismos, que nos lleve a sentir admiración y no temor que genere envidia o violencia ante el éxito ajeno?
¿Qué tomará para que admiremos los procesos y los triunfos ajenos y sigamos en la senda de buscar los propios?










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